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"FREUD, EN SU TIEMPO Y EN EL NUESTRO" ELIZABETH ROUDINESCO

16 Abril 2018 / Psicología y psicoterapia

El próximo 6 de mayo se celebrará el 161 aniversario del nacimiento de Sigmund Freud, considerado el fundador del psicoanálisis y una de las mentes más brillantes del siglo pasado. Adelantándonos a las conmemoraciones, queremos hacer la nuestra, recomendando la lectura de una de las biografías que se han escrito sobre él “Freud, en su tiempo y en el nuestro” de Elizabeth Roudinesco, ¿quién se apunta al reto de leerla antes de su cumpleaños?

Freud fue un médico y neurólogo controvertido y polémico, admirado por unos y despreciado por otros, pocos puede negar su influencia en el pensamiento científico y cultural de nuestros tiempos. Porque podrá gustar más o menos, pero a nadie le resulta indiferente.

Compartimos un extracto de la entrevista de Álex Vicente a Elizabeth Roudinesco cuando publicó el libro que os alentamos a leer.

PREGUNTA. Su biografía aspira a dibujar un retrato justo y ecuánime de Freud. ¿Lo escribió en reacción a las invectivas contra el personaje de los últimos años?

RESPUESTA. El libro surge de la necesidad de recapacitar sobre el personaje. La última biografía seria sobre Freud, que firmó Peter Gay, se publicó hace 25 años. Desde entonces, casi todo lo que se había publicado eran condenas encendidas hasta extremos inverosímiles, firmadas por personajes que, en realidad, no conocían su historia. Como sucede a menudo con los personajes controvertidos, Freud se había acabado convirtiendo en una caricatura de sí mismo, envuelto en numerosos rumores y mentiras. Me pareció que había llegado la hora de volver a un equilibrio.

P. Su libro inscribe a Freud en la ebullición intelectual de la Viena finisecular. ¿El descubrimiento del subconsciente fue, en realidad, una aventura colectiva?

R. Por supuesto. Freud fue un personaje muy vienés, inscrito en una época plenamente europea, en la que el continente se interrogaba sobre sus mitos fundacionales para renovar su identidad, una dinámica muy acorde con la de Freud. Contemporáneo a la emergencia del sionismo y del primer feminismo, su aportación forma parte de un gran movimiento de emancipación. Empezó queriendo curar la neurosis, pero acabó provocando una liberación aún mayor. Pero también es cierto, como dijo Stefan Zwey que la burguesía de la belle époque estaba tan concentrada en la introspección que no supo ver venir la I Guerra Mundial, ni la irrupción del nacionalismo, ni la miseria del pueblo que les rodeaba.

P. Freud concibió el psicoanálisis como una doctrina apolítica, que debía mantenerse al margen de toda militancia. ¿Qué piensa usted, que suele intervenir a menudo en el debate público desde posiciones izquierdistas?

R. En efecto, Freud fue contrario al compromiso político y apostó por una especie de neutralidad. Para él, el psico­análisis ya era compromiso suficiente. Yo estoy en total desacuerdo con esa parte. Si el psicoanálisis parte del estudio de los vínculos familiares, ¿cómo puede quedar el psicoanalista al margen del debate del matrimonio homosexual o la gestación subrogada, por poner dos ejemplos? Yo soy favorable a ambas cosas desde hace tiempo, pero muchos de mis compañeros se expresan en sentido opuesto al mío. No sé si sabe que un 70% de los psicoanalistas franceses estuvieron en contra del matrimonio homosexual…

P. ¿Cómo explica el conservadurismo de su colectivo?

R. Creo que a base de limitar el papel del psicoanalista al de un mero observador, Freud terminó originando un colectivo reaccionario. No podemos detenernos en modelos barridos por la corriente de la historia, ni proyectar en el presente modelos de un pasado remoto. Cuando un psicoanalista me dice que la familia homoparental es contraria al complejo de Edipo, yo le respondo: “¡Pues cambiemos el complejo de Edipo!”.

P. Define el psicoanálisis como “una epopeya sobre los orígenes, una canción de gesta, con sus fábulas, mitos e imágenes”. Es decir, que la invención de la subjetividad moderna pasó por convertir al sujeto en algo parecido a un héroe.

R. Exacto. Esa fue la gran labor de Freud: nos convirtió en héroes de nuestras vidas. Piense que a un enfermo de hace un siglo le daban pociones, le metían en un sanatorio y le trataban como a un loco. En cambio, Freud les decía: “Es usted Edipo”. Los psicoanalistas ya no dicen eso, pero sí algo parecido: “Ocúpese de sí mismo. No deje que le traten como a un sujeto que consume medicamentos pasivamente”. Esa teoría del sujeto no existe en el conductismo [la otra principal escuela de psicología, opuesta al psicoanálisis, que estudia el comportamiento y la conducta objetiva y no cree en la existencia de un subconsciente], que es una técnica bastante estúpida, aunque a veces funcione. En mi opinión, cada cual debe ocuparse de su historia personal. Quienes no son capaces de verbalizarla, ni siquiera un mínimo, están condenados a la necedad.

P. Pese a sus efectos en la percepción de la interioridad, muchos autores, como el filósofo Michel Onfray o el historiador ­Mikkel Borch-Jacobsen, siguen definiendo el psicoanálisis como una estafa. ¿Por qué es tan difícil de aceptar?

R. Es una teoría muy contundente que no resulta fácil de digerir. En la primera mitad del siglo pasado se la condenaba en nombre de la moral. Hoy se la condena apelando a lo que algunos llaman ciencia. Hoy día, la psiquiatría está desapareciendo y los neurólogos se convierten en simples distribuidores de medicamentos. El motivo es que tratar a un paciente con un medicamento estandarizado resulta menos costoso que brindarle una terapia personalizada y evolutiva. En ese contexto, es normal que el psicoanálisis y su manera de entender las enfermedades del alma molesten. El problema es que la gente empieza a estar harta de tomar medicamentos. Si suprimimos una doctrina racional como el psicoanálisis como posible solución, la gente harta de los medicamentos se terminará orientando hacia los hechiceros de las medicinas paralelas…

Entrevista íntegra

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